Vito Domínguez Calvo
(Sevilla, España. 1969).
Poeta y ensayista. Miembro del «Colectivo Surcos de Poesía». Ganador del Premio de Poesía “Universidad de Sevilla” en su VII edición con la obra titulada Pronombres Personales (Sevilla, 2001). Finalista en el certamen de poesía “Adonais” (Madrid, 2003). Ha colaborado en revistas como «Númenor», «Cuadernos de Creación», «Nueva Grecia» y «Estación Poesía». Ha publicado Pronombres Personales (2001, 2013), El vertigo del Águila (2015) y Tiempo al tiempo. Homenaje a Fernando Ortiz (2015); todos en la ciudad de Sevilla en España. Con Pronombres personales se publica por primera vez su poesía en América Latina.
Selección poética
Subasta de recuerdos
El río siempre acompaña a quien pasea a su lado.
En su orilla la sombra subasta sentimientos.
Tocar esa penumbra,
sentir la frescura que regala,
notar la lentitud con que se mueve y el silencio
que habita en sus rincones;
porque hay trozos de noche anclados en el día
y nadie los reclama
-sombras que se hacen luz cuando hay tristeza-.
Aquí en el río se puede envejecer
con el reloj dormido en la muñeca:
Sin prisas
supuran nuestros poros manecillas de escarnio,
cometas de metal que abren la carne,
que dicen que es otoño y que estas aguas
también mojan el alma.
Más allá de los ojos
se seca a lo lejos
la ropa interior
de algún deseo desnudo;
hay quien los ignora
con la corteza clara de los escorpiones,
pero nada les grita tan fuerte como ellos.
Luego entre álamos nace el vuelo de un milano
y todo se complica…
La sombra de la orilla subasta sentimientos
y tú has pujado fuerte.
A unos metros
la vida parece ir por otro lado.
Amapolas torcidas
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
(P. Neruda)
Teníamos quince o dieciséis
y alguno de nosotros ya era experto en abismos:
conocíamos las drogas, las mujeres, las lunas
y el destino final de algunas autopistas.
A nadie le importaba
nuestra tendencia innata
por la desolación del extrarradio,
el rojo sonido de los puñetazos
o la última verdad de los camaleones.
Y es que
sabíamos poco o nada
del mundo y sus mentiras,
lo que deben saber
aquéllos que no han visto
la terquedad del tiempo,
la gente que se muere,
los dioses que no existen
y el humo que nos queda,
después de las palabras,
en los labios dormidos
como huella imborrable del silencio.
La vida se desata en cuerdas impensables,
aparecen caminos en un tiempo preciso
y es una tierra ignota lo que antes era el surco
de los años sabidos en el aprendizaje.
Nosotros, los que éramos
hijos hiperactivos de un pueblo dormitorio,
de emigrantes que volvieron allá por los 80
bilingües y cansados de estar al otro lado
de aquellas torpes cartas y el hilo telefónico,
lejos,
donde el puto dinero,
el frío y la esperanza.
Nosotros…
ya no somos los mismos,
el rostro familiar es hoy desconocido.
Recordar es un falso
genocidio de ausencias.
Pero hoy
que yo no estaba en guardia
me ha parecido veros, vernos,
vuestro recuerdo me buscaba
por calles y avenidas,
por parques y jardines,
por fuertes y fronteras,
por todas las esperas que asoman en un día.
Sí,
junto a los acantos y los pinos,
cerca de la mandrágora,
al pie de los olivos
ESTÁBAMOS NOSOTROS
(amapolas torcidas)
gritándoles de rabia
nuestro color al mundo.
Que sólo tú lo sepas
Porque sólo el presente puede matar al tiempo
yo también soy un ave de presa
y una gota de angustia y la espesura
de todos los espejos plagados de distancia
que habitan el camino del que espera
encontrar su mirada
detrás de cada esquina,
detrás de cada verso conocido,
detrás de la palabra que ayer dijo
y hoy no le dice nada.
Porque cada segundo la tierra es golpeada
por 2 kilos de luz solar puedo enseñarte
mi colección de soles y desiertos,
privados aguaceros y públicas lloviznas.
Ya que sólo el presente se atiborra de esencia
yo también soy un cerdo con prisas,
un barranco de escombros
y una vela que abrasa al consumirse
la mano que la lleva entre las sombras.
La paz de los poetas
Ustedes no lo saben
pero tengo en mi mano
la sombra de otras manos
que he apretado en el tiempo,
y al dorso estos nudillos
que a veces han llegado
con demasiada prisa a rostros enemigos.
La paz del poeta es falsa:
con él habitan
la espada y la pluma,
la piel y la palabra,
la tinta de unos puños que no aceptan
la injusticia de un mundo descarnado.
Epílogo
A veces es uno su propio bandido, otras
la laguna donde se empantana,
un hermoso barranco
o su mismo sueño.
A veces puede uno olvidar
la fuerza que empuja la sangre en sus venas,
el resto del camino no pisado,
la deuda del deseo y relegar
las yemas de tus dedos
a la fría balanza artificiosa
de los días tranquilos
y las noches techadas.
A veces, algunas veces,
has pasado tu lengua por cuerpos y palabras,
por luces y por sombras, por fechas y lugares.
Otras, casi sin querer,
han rozado tus labios
el pecho enfermizo del tiempo,
la soledad salada del papel,
el humo del tabaco y del recuerdo,
la paz de otras pupilas.
Y con dudas y a solas y en tu cuarto
has consentido
que salga este silencio del espejo,
que nuble con abismos la mañana,
que parezca ajena tu memoria, tu mirada.
Solo, entre palabras inservibles,
anidando silencios te revuelcas
como bestia salvaje de ti mismo
o como alguien que lee, cuando está solo.
Y es que a veces es uno su propio bandido,
otras, la laguna donde se empantana,
un hermoso barranco
o su mismo sueño.
Poemas pertenecientes al libro Pronombres personales (Ediciones del movimiento, 2015)
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